Raquel Barboza: «El punto de partida es un juego con la pluma»

Posted on Jul 25, 2017

Raquel Barboza conversó sobre el papel crucial que juega la obra del escritor Felisberto Hernández en la muestra «Las lámparas que nadie encendía«, que expondrá en Sala Dodecá hasta el sábado 9 de septiembre y que se puede visitar los lunes, miércoles y viernes de 14:30 a 22:00 hs, los martes de 18:30 a 21:30 hs., y los sábados de 10:30 a 18:30 hs.

Dado que la muestra busca en cierta forma recrear el imaginario de Felisberto Hernández, ¿cuál es el principal desafío de llevar las imágenes escritas al dibujo?

El desafío consiste en establecer un vínculo genuino entre dos formas expresivas, en este caso la literatura y el dibujo. No como una mera referencia visual de lo que se está contando sino como posibilidad de interpretar ciertas zonas del texto. Ellas me permiten capturar gráficamente la atmósfera creada por la escritura de Felisberto Hernández; a veces, de golpe, se llega a la abstracción.

El dibujo resultante no se amalgama con el texto sino que interpreta inventando espontáneamente pero “inspirado”.

¿Qué fue lo que más te interesó de la obra de Felisberto a la hora de pensar en una muestra inspirada en él?

Es una obra que sin abandonar lo real y con un léxico caracterizado por la sencillez es capaz de crear atmósferas sofocantes, surrealistas por la combinación de situaciones insólitas que pueden conducir tanto a lo sutilmente humorístico, a lo patético o a lo trágico como ocurre en “El balcón” y las innumerables sombrillas de colores.

Asimismo es una fuente de ideas para la comprensión del arte. También su manera de estar en el mundo desde su subjetividad expresada a través de sus recuerdos y de su permanente mirada hacia adentro. Esto le permite una creación abierta al infinito que por momentos desplaza lo racional. Es un asunto muy interesante para trasladar al mundo de la creación plástica.

También fue de interés la originalidad de su imaginería para componer situaciones insólitas o por ejemplo para describir el silencio otorgándole un protagonismo extraordinario. Otro ejemplo fascinante lo  encontramos en “El acomodador” cuando describe su estado espiritual enfermo de silencio: “Me hundía en mí mismo como en un pantano.”

¿Tu idea fue dialogar con la obra del escritor, aportar nuevas lecturas posibles a partir del dibujo, o simplemente la tomaste como punto de partida para desarrollar algo que va en otra dirección?

Ambas cosas. En primer lugar intento entrar con la línea en el mundo de Felisberto buscando sugerir sus ambientes oscuros, sus descripciones de objetos que parecen animados, su personalidad singular, los recuerdos que muchas veces le distorsionan el relato.

Pero también dibujar partiendo de esta obra de Felisberto fue un disparador para desarrollar una mayor creatividad. Para buscar un dibujo autónomo, es decir, que el observador pueda “leerlo” y encontrar puntos de interés aunque no haya leído  Nadie encendía las lámparas.

¿Cómo es, a grandes rasgos, tu metodología de trabajo habitual?

Básicamente trabajo con pluma y tinta sobre papel. El punto de partida es un juego con la pluma, una especie de danza de rumbo incierto hasta que empiezan (o no) a aparecer ciertas formas, objetos, figuras que se van entrelazando con el texto en cuestión. El trazo se enriquece en la medida que hago variar la presión de la pluma sobre el papel, trazo que puede ser más o menos sutil o bruto con la incorporación de la mancha.

El hipopótamo, de "El acomodador"

El hipopótamo, de «El acomodador»

Y  a partir de cierto  momento necesito jerarquizar unas formas abandonando otras que igual permanecen como elementos abstractos, como una rúbrica que da calidad al tema principal.

En síntesis, no se borra nada, de manera que, aunque la figuración se destaque, el dibujo sigue siendo pura línea.

Otro recurso que me ha resultado interesante es el “collage” con mis propios dibujos; de repente algunos que fueron desechados en otro momento o que estaban rotos, adquieren en función de nuevos propósitos, otras significaciones.

También utilizo papeles transparentes o semitransparentes que, colocados de una manera especial ofrecen un resultado de más calidad y sutileza.

Y en este caso en particular, ¿cuánto duró el proceso de «las lámparas que nadie encendía» desde la concepción hasta el montaje?

Aproximadamente un año considerando las interminables y riquísimas conversaciones con el Profesor Ricardo Pallares, quien es un gran conocedor de la vida y de la obra de Felisberto Hernández. De esa manera pude ingresar a determinados ámbitos de sus obras que muchas veces  en una lectura superficial permanecen  en la oscuridad.