Roberto Gilmet: «Valijas abiertas»

Posted on Sep 08, 2002

Recordaba muy especialmente, de la obra de Roberto Gilmet, aquellos objetos que poblaban su entrañable muestra «Entrelí­neas» de 1994 en el Instituto Goethe. La oportunidad de este prólogo permitió que me acercara a otras etapas de un trabajo extenso, con caracterí­sticas singulares. De mesura, de perfil bajo, de búsqueda de una prolongación de experiencias formativas, que no sólo se explican por una situación de cárcel y exilio, sino por una poco usual y por lo tanto destacable actitud de permitirse seguir creciendo en contacto con el aporte de otros creadores. Con oportunidades de trabajo que coinciden con esa sensibilidad y singularidad, junto a Tola Invernizzi, Nelson Ramos y Carlos Seveso.

En estos tiempos de sobreabundancia de elementos anecdóticos, que no siempre se insertan con suficiente capacidad de comunicación en el hecho plástico, Roberto Gilmet ha optado, en la mayorí­a de los momentos más significativos de su trabajo, por proponernos una poética visual que no apela como al poder formal de las letras y/o palabras, sino que se ubica en la interacción de objetos singulares. Estos nos abren, con su coexistencia, el camino para nuestra personal fabulación, al jugar con el tiempo, la memoria, cierta cuota de nostalgia e ironí­a, mucho de amor a la calidad y también la capacidad evocadora de cosas materiales que son también -nuestra-historia. Soldaditos de plomo, personajes de antiguos juguetes, se mueven en la contención espacial generada por hormas de zapatos, por espuelas y viejos libros calados, para proponernos el disfrute a veces inquietante de sus construcciones.

La aventura de llenar valijas con zapatos, camisas, ropa interior de papel y cartón podrí­a tener que ver con esa necesidad de fabular un entorno cotidiano, el más cercano y a la vez impersonal- de todos y de cada uno -, nacida en tiempos de cárcel o exilio *. La opción de mesura expresiva y humor, junto a la capacidad de rescatar cosas banales, lo vincula sin duda, por caminos diferentes, a su maestro Nelson Ramos. También su disfrute en el hacer, y la potenciación expresiva de materiales humildes, mientras que una vertiente pictórica que aparece en el juego con pequeñas bandejas y otros cartones, más algún trozo de metal, justifica su complicidad con Carlos Seveso. Además de cierta irreverencia fantasiosa, en su caso muy controlada, que lo vincula al querido Tola.

Me permito estas referencias, en el caso de un artista que cuenta en su haber con una producción personal y madura, porque creo que importa rescatar los ví­nculos locales enriquecedores, y la continuidad de nuestra historia plástica, en estos momentos de fragmentación cultural y de ombliguismo intelectual.

Arq. Olga Laurnaudie

* Alfredo Torres cita en ese sentido a Ernesto Vila, en su prólogo a la obra del Gilmet expuesta en el Goethe, cuando este dice en su texto «Arte, cárcel y exilio» que «rayar una madera era existir. Inventábamos escrituras y aprendí­amos a leer en ellas. Todo comenzaba a ser sospechosamente igual a una obra de arte».