El fin de la autodestrucción como redención (introducción)

Alejandro Ventura
Doctorando en Comunicación (Universidad Pompeu Fabra)

¿Por qué la autodestrucción aparece siempre como una actitud y una actividad controlada por parte del joven cínico en Trainspotting (1996)? ¿Por qué en su oscilación Renton no traspasa nunca el umbral que conduce a la muerte y se autoaniquila? Para responder estas preguntas, fundamentales para la comprensión del mecanismo de adaptación cínico de los 90, debemos retrotraernos a los tumultuosos años 60, al clímax de los movimientos juveniles contestatarios, cuando la rebeldía era el denominador común de los jóvenes, rebeldía que asumía formas e intensidades diferentes: más o menos politizada, más o menos contracultural, más o menos violenta.

Particularmente, nos interesa detenernos en la rebeldía contracultural expresada por los hippies, culminada y espectacularmente expresada en el festival de Woodstock en 1969. Recordemos que, con su hedonismo —en sus comunidades agrarias—, esta contracultura proponía un regreso a la tierra, a la naturaleza, lejos de las grandes urbes, desarrollando un estilo de vida bucólico y apacible: “haz el amor y no la guerra”, expresaba la consigna que les identificaba plenamente. Consideraban que esa era la mejor forma de “abandonar la sociedad”, saltando por encima de todas las tensiones y conflictos. Sin embargo, para muchos de estos rebeldes sesentistas orientados hacia las actividades contraculturales, la propuesta comenzó a mostrar signos de agotamiento, de insuficiencia, de no conducir a ninguna parte. La paz y el amor al prójimo demostraban ser inefectivos como antídotos contra una sociedad de consumo que, subrepticiamente, se infiltraba entre sus relaciones, penetrando entre los intersticios de una  conflictividad juvenil nunca resuelta (pues, aunque les resultase inexplicable, la “bestia” sistémica continuaba viva en las alternativas experimentadas).

Para aquellos jóvenes que más claramente visualizaban esta situación, pero que ya no podían volver atrás, el camino de la autodestrucción aparecía como la única salida posible. Son varias las figuras de esta época que con su muerte pasarían a la posteridad: Brian Jones, Janis Joplin, Jimi Hendrix y Jim Morrison, entre otros. El primero, fundador de los Rolling Stones, apareció flotando muerto en una piscina, en julio de 1969, en extrañas circunstancias que nunca fueron definitivamente aclaradas. Los otros dos terminaron sus días en 1970 y Jim Morrison lo hizo un año después en París. Fueron líderes indiscutibles de una generación, portavoces musicales de una época y de un tiempo donde todo parecía posible. Ellos simbolizan la idea de un viaje sin retorno, última ratio en la pretensión de una auténtica salida del sistema. Así, trascendiendo sus historias, en esa dirección autodestructiva, esos jóvenes se proyectan en el presente como símbolos de “los que no transaron”.

Más tarde, expresando otras formas de conflictividad, representando otras generaciones y sellando con su muerte la suerte de otros tantos movimientos juveniles, fueron otros los líderes juveniles que tomaron ese idéntico camino sin retorno. Citemos algunos: Sid Vicious que en 1979 e Ian Curtis un año después, marcan el fin del movimiento punk; Kurt Cobain, cuya muerte en 1994 pone fin a la movida grunge de Seattle. Habría que agregar a este selecto grupo a Chris Cornell, cantante de la banda fundacional del grunge, Soundgarden, que se suicidó en mayo de este año por ahorcamiento, a los 52 años. Cornell era una especie de sobreviviente de los tiempos de “la muerte por redención”, ahora en un universo virtual y digital. De todas formas, su autoaniquilación “artística” ya había sido preanunciada en numerosos videos de promoción musical, por ejemplo, en Show Me How to Live de 2002 que es un remake del final de
Carrera contra el destino (Vanishing Point, 1970), la que, a s vez, fuera una de las películas emblemáticas del Nuevo Cine Norteamericano de los 60.


PROGRAMACIÓN

JULIO/AGOSTO

  • The Doors (1991), Oliver Stone — viernes 14, 20 hs.
  • Velvet Goldmine (1998), Todd Haynes — viernes 21, 20 hs.
  • Sid y Nancy (1986), Alex Cox — viernes 28, 20 hs.
  • Last Days (2005), Gus Van Sant — viernes 4, 20 hs.
  • Trainspotting (1996), Danny Boyle — viernes 11, 20 hs.