Les garçons sauvages
Bertrand Mandico (Francia, 2017)

En 1996, Trainspotting había cancelado a la rebeldía sesentista como mecanismo de adaptación prevalente para la nueva generación del fin de siglo. En su lugar aparecía el conformismo cínico. Veinte años después, esta película iconoclasta del enfant terrible Mandico vuelve sobre el asunto, replanteándolo desde una perspectiva queer. Una banda de jóvenes rebeldes de familias burguesas que han violado a su profesora de literatura son conducidos por un excéntrico capitán en un “viaje de castigo y expiación” por mar durante dos meses hasta la “isla de los placeres”, donde el consumo de frutos exóticos provocará —con la pérdida de sus penes y la aparición de senos—, la transmutación sexual de estos jóvenes violentos en un colectivo de mujeres.
Lideradas(os) ahora por Séverine, un ex doctor especialista en hormonas que se ha convertido en mujer, esta nueva banda juvenil tiene como objetivo construir un nuevo génesis porque “un mundo feminizado acabará con las guerras y los conflictos”. A partir de múltiples referencias cinematográficas que van desde Murnau y Lang hasta Fassbinder y Lynch, pasando por el variopinto cine fantástico de aventuras (incluyendo la reflexión sobre la naturaleza humana de El señor de las moscas y La naranja mecánica) y con una impronta surrealista y bizarra fuertemente provocadora, esta película deja planteadas interesantes interrogantes sobre una supuesta nueva sensibilidad queer que vendría a inscribirse como elemento novedoso en la matriz de las actitudes juveniles del nuevo milenio. Es en este sentido que debería interpretarse este viaje y destino alegórico que, con ambivalencias, pretende transmutar la violencia patriarcal de origen ancestral en potencia creadora de una nueva utopía colectiva, a partir de la superación del normalizado sistema heterosexual que se expresa en el código binario masculino/femenino. En términos estrictamente estéticos, una nota aparte es la reconstrucción-homenaje que esta película realiza de la famosa escena con “las plumas de los almohadones suspendidos en el aire” del clásico de Jean Vigo de 1933, Cero en conducta.
Dr. Alejandro Ventura
Curso de Lenguaje Cinematográfico II