Curso de lenguaje cinematográfico: el cine de Jean Renoir

Posted on Sep 16, 2011

A medida que avanzo en mi vida, más tengo la impresión de que las máscaras se multiplican. A pesar de la aparente simplicidad del vestuario me es difícil encontrar un rostro de mujer que tenga su piel tal y como es. Nuestra época ha supuesto el triunfo del maquillaje. Y no solamente el de los rostros, sino sobre todo el del espíritu.

El mundo moderno ha establecido sus raíces en el comercio. Es necesario vender o morir. Ésta es la roca de Sísifo. Olvidamos la declaración de Lavoisier: “En la naturaleza nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”. Nos hemos dejado persuadir de que las máquinas terrestres conseguirán completar el círculo de la eternidad. Y para mantener los niveles de ventas de los que depende nuestra existencia cotidiana, nos vemos obligados a ensanchar nuestro radio de acción.

Querríamos que esta conquista fuera pacífica. Pero los acontecimientos escapan a los hombres. Vivimos en plena violencia y nos encontramos probablemente en puertas de una mayor violencia todavía. Hacemos todo lo posible por dirigir esta operación “con dulzura”, por triunfar mediante la persuasión. De ahí surge el cáncer de nuestra sociedad: la publicidad.

En épocas tormentosas surgen a veces hombres -o mujeres- que se imponen como objetivo de sus vidas ayudar a sus contemporáneos a recuperar el sentido de la realidad. Bazin fue uno de estos hombres.

Fragmento de “La gorra pequeña de André Bazin” (Jean Renoir, 1971)

 

Hijo del pintor impresionista Auguste Renoir, Jean Renoir (Francia 1894 — Estados Unidos 1979), fue un artista cinematográfico de primera línea cuya obra se caracteriza esencialmente por hurgar en lo profundo del hombre y sus relaciones de dominación. Poseedor de una gran sensibilidad y ternura para desenmascarar la hipocresía y crueldad de la sociedad burguesa de su tiempo en su devenir histórico mecanicista, alienante y terriblemente violento, Renoir fue, junto a otros destacados artistas, determinante para representar con una puesta en escena y un estilo inconfundible, ese proceso decadente y denigrante que llegaría a su clímax en las dos grandes carnicerías del siglo XX: las guerras mundiales. Es bueno recordar que en la primera de ellas, Jean Renoir fue combatiente y resultó herido.

Sin embargo sus preocupaciones no se agotan allí pues en su cine también hay una reflexión profunda sobre los vínculos complejos entre la realidad de los hombres, expresada por su cultura, y la naturaleza. Una tensión constante entre estas dos dimensiones se puede vislumbrar a lo largo de su extensa filmografía.

Su obra puede ser dividida en cuatro etapas claramente definidas:

a) El período mudo, que va desde La fille de l’eau (1925) hasta Le bled (1929). En este período Renoir establece una interesante articulación entre un cine apegado a los cánones más comerciales con cierta experimentación vanguardista típica de los años ‘20.
b) La década de 1930, donde cobra relevancia para la elaboración de su obra, el contexto social y político, particularmente convulsivo en Europa, pero donde también importa la introducción por parte de Renoir de transformaciones estilísticas decisivas con el advenimiento del cine sonoro. Esta etapa comenzaría con On purge bébé (1931) y culminaría con la obra maestra La regla del juego (1939).
c) El exilio en Hollywood, donde Renoir se ve obligado a ajustar su particular universo creativo a las exigencias del sistema de estudio norteamericano. Aguas pantanosas (1941) marcaría el comienzo de esta etapa la cual culminaría con La mujer en la playa (1946).
d) El retorno a Francia, luego de un breve pasaje por la India donde realiza una obra mayor, El río (1950). Este último período francés, donde Renoir reflexiona particularmente sobre las posibilidades expresivas del medio a partir de la síntesis de toda su obra anterior, será determinante para establecer las bases constitutivas de un nuevo movimiento que será pieza clave de la modernidad cinematográfica: la nouvelle vague.

En la década de 1950, el veterano maestro oficiará como faro indicador para los jóvenes críticos que recién se iniciaban en la famosa revista Cahiers du cinéma bajo la égida de André Bazin. Sus más prominentes representantes, entre otros, François Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette, Eric Rohmer, Claude Chabrol, serán luego, ya como realizadores, los responsables de universalizar nuevas formas de concebir el relato cinematográfico amparados en la famosa teoría de autor. Este último período de Renoir se abre con La carroza de oro (1952) y se cierra con la que sería su última obra, Le petit théâtre de Jean Renoir (1969). Es interesante reseñar que para Truffaut, tal vez su más destacado discípulo entre cientos de cineastas del mundo entero, de ayer y de hoy, Renoir había sido, sin dudas, el director más importante de la historia del cine.

El ciclo retrospectivo que pretende analizar exhaustivamente la obra de Jean Renoir comienza el sábado 3 de setiembre con la exhibición de La fille de l’eau y será dictado por el Soc. Alejandro Ventura.