Recato y sugerencia en los «Mitos» de Dumas Oroño, por Roberto de Espada
El mito, el símbolo, han sido feraz terreno para todas las artes desde la poesía a la pintura. Para avalar el contenido poético de estas obras evoco las palabras de Dumas contando que cada mito era objeto de un relato que se le hacía a los niños del taller para que teniendo “oídos para oírâ€? oyeran con su particular bisel, a su modo. No es menos biselado el oído del artista que, en época de tinieblas, elaboró una serie en la cual la metáfora, el símbolo, juegan papel preponderante. Eran tiempos de decir por elevación.
La serie funcionaliza determinadas resoluciones plásticas: la luz que comienza por iluminar el centro del cuadro y expandirse hacia sus márgenes es protagónica. La tonalidad vesperal (¿la “blaue stundeâ€?, la hora azul de los románticos alemanes?), puede trastrocarse tal como lo proclama una de las obras, en augural creadora del día. La construcción parece ovillarse para luego ir desenvolviéndose en una constante ilusión dinámica que alude a lo femenino materno, a las formas que se doblan para acoger, hospedar, amparar, según la arcaica matriz, arquetípica, de la línea curva. Y dar paso a la vida.
Estos Mitos son una tonificante y secreta apelación a la esperanza: Midas padece en su carne la maldición de la ambición que lo hostigara; el toro (la fiera) siempre puede ser vencida por Teseo…