Los films de Mikhalkov suelen estar ambientados en el pasado. La elección permite cuidados plásticos que figuran entre las preocupaciones de Mikhalkov, quizás prolongando la tradición familiar que lo ubica como nieto y bisnieto de pintores. Ese alejamiento temporal, y la estilización que permite, suelen ser utilizados por el director como herramientas expresivas de primer orden. El distanciamiento hace que los films de Mikhalkov armen un mundo peculiar y definido, poblándolo de elementos característicos y con gente cuyas preocupaciones resultan también verosímiles. La ambientación se preocupa de desplegar elementos de utilería que están convenientemente a mano de los personajes, y la comodidad con que se desplazan ayuda al espectador a situarse más cerca de ellos dentro de su mundo, de sus conductas y de sus preocupaciones. Parte de la estructura dramática se pone a andar por la presencia de personajes más bien disidentes, como el fotógrafo Potoski en La esclava del amor, o el Platonov de Pieza inconclusa para piano mecánico, o incluso Oblomov, cuya indolencia es casi una forma de protesta contra la carrera burocrática, muda, aprovechadora o inútil de los demás. También el protagonista de Cinco tardes aparece como un protestador algo anárquico, tanto en su presentación visual inmediata como en los datos que el diálogo entrega luego.
La persistencia del equipo creador que reúne a Mikhalkov con Adabashyan da a los films una sólida unidad expresiva. Los dos suelen firmar los libretos, y son por lo tanto responsables comunes de las acciones de los personajes, de sus diálogos, de todos los mecanismos que hacen progresar la trama y de los recursos expresivos. Pero además Adabashyan tiene responsabilidad en el decorado. El curso de vida que les asigna a los personajes en cada film no se interrumpe por ocasionales escapes, mientras la cámara participa en la integración del personaje con el ambiente, con los objetos, con los demás agonistas.
Otra perspectiva sobre el cine de Mikhalkov permite detectar en él a uno de los testigos más críticos del último período de la historia y la sociedad soviéticas. Si La esclava del amor o Pieza inconclusa para piano mecánico podrían ser entendidos como ejercicios de crítica social retrospectiva (la denuncia de maldades prerrevolucionarias, que se convierten en justificación indirecta del presente), el acercamiento en el tiempo de sus films posteriores permitiría comprobar sin embargo que Mikhalkov no era ningún conformista.
Los cuestionamientos de Cinco tardes y su reivindicación de un antihéroe casi bogartiano, el retrato crítico de conductas de La parentela (uno de los films más cuestionadores de la pre–perestroika), y hasta las burlas a la burocracia de Ojos negros, que se ubican en el pasado pero tienen resonancias contemporáneas, confirman en Mikhalkov a un hombre de su tiempo y un testigo nada complaciente de su sociedad. El presente ciclo, que proseguirá en la siguiente programación, abarca casi toda su obra.
Guillermo Zapiola