Las fronteras entre política, cultura, economía y sociedad, si alguna vez las hubieron, nunca fueron claras. No lo fueron en el pasado y mucho menos lo son en el presente, cuando el entramado de las relaciones y mediaciones sociales se vuelve más complejo, más ambiguo y más caótico.
Cierto que el problema no es sólo de claridad, de transparencia o de orden. El problema es dilucidar hasta qué punto sería deseable o justificable que esas áreas de actividad estén separadas: aquí los que se encargan de lo político, allá los que hacen cultura, etc., cada uno restringido a su fragmento de realidad. ¿En qué favorecerían esas distancias a las necesidades actuales de dar respuestas colectivas y creativas a la profunda crisis que atraviesan nuestras sociedades?
En Dodecá, si bien no pretendemos retroceder en cuanto a los logros de autonomía del arte respecto de los poderes políticos y económicos, tampoco pretendemos aislar las esferas de acción cultural y política, ni nos interesa separar a éstas de las otras múltiples esferas de acción social. Las «Polémicas» que este mes iniciamos son una muestra de ello, como ya lo fue, en diciembre del año pasado el ciclo de debates sobre el artista y el poder, como también los son los Encuentros de Cine y Ciencias Humanas que hemos realizado: la cuestión del trabajo, violencia y juventud, y el último recientemente culminado sobre la condición de la mujer. Muchas otras «Polémicas» vendrán sobre cuestiones centrales, que nos interesa promover.
Un centro de acción cultural, tal como nosotros lo entendemos, puede y debe ser un ámbito de discusión y formación política, así como en los ámbitos de acción política no dejan de estar en juego los valores culturales de una sociedad.