El Suicidio en el Cine

2006: cine y debate

El suicidio ha sido abordado desde múltiples ángulos por las diferentes disciplinas humaní­sticas (psicologí­a, sociologí­a, antropologí­a, etc.). En el cine autoral y creativo encontramos valiosos intentos de hurgar en las profundidades de esta problemática tan compleja.

En este ciclo presentamos algunos ejemplos, que van desde el llamado a la reflexión ética sobre la necesidad de la legalización de la eutanasia ante situaciones extremas (en Mar adentro), hasta el cruce biográfico que trazan literatura y cine al repasar el drama de una mujer, una artista enfrentada a una sociedad patriarcal que ahoga su impulso creador (Las horas, basada en la vida de Virginia Woolf). El suicidio como espejo, donde los individuos se enfrentan con ellos mismos ante la insólita solicitud de un suicida, que pide ayuda para consumar ese acto, en una sociedad autoritaria como la musulmana, cuya religión de estado expresamente prohí­be la autoeliminación (El sabor de las cerezas). El suicidio presentado como metáfora de nuestro tiempo, un tiempo de barbarie y de derrotas, donde el hombre ha perdido metas e ideales, y ha quedado solo, enfrentado a la terrible constatación de que «ya no queda nada en ningún lugar» (Eden). O el suicidio mostrado como un viaje hacia la muerte a través del alcohol, un viaje premeditado y frí­amente calculado, que es también la forma de escapar de una sociedad decadente e hipócrita, que ya hace mucho que perdió su falsa inocencia (Adiós a Las Vegas).

El suicidio es un acto terminal terriblemente contundente, pero es inasible e incomprensible. Siempre queda un halo de misterio y culpa a su alrededor, un silencio impotente entre los que quedan vivos. Al final, talvez, sólo sean los propios suicidas los que sepan el porqué, los que tengan las razones últimas. O tal vez no.

Reproducimos a continuación la «Carta a un viejo amigo«, de Ryunosuke Akutagawa, escritor japonés que se suicidó en 1927 (autor, entre otras obras, de la conocida novela «Rashomon», llevada al cine por Akira Kurosawa):

«Probablemente nadie que intenta suicidarse, como lo demuestra Régnier en uno de sus cuentos, es plenamente consciente de todos sus motivos, que con frecuencia son demasiado complejos. Al menos en mi caso, el suicidio está causado por un vago sentimiento de angustia, un vago sentimiento de angustia sobre mi propio futuro.

Durante los últimos dos años más o menos he pensado solo en la muerte, y he leí­do con especial interés un notable relato del proceso de la muerte. Aunque el autor lo expresaba en términos abstractos, yo seré tan concreto como pueda, incluso al punto de parecer inhumano. En este punto, estoy obligado a ser honesto. En cuanto a mi vago sentimiento de angustia por mi propio futuro, creo que lo analicé por completo en «Vida de un loco», salvo el factor social, es decir la sombra que el feudalismo arrojó sobre mi vida. Es algo que omití­ deliberadamente, inseguro de poder esclarecer el contexto social en el que viví­.

Una vez que me decidí­ por el suicidio (no lo considero un pecado, como los occidentales), busqué la manera menos dolorosa de llevarlo a cabo. Por ende descarté ahorcarme, pegarme un tiro, saltar al vací­o y otras modalidades de suicidio por razones estéticas y prácticas. El uso de una droga parecí­a ser tal vez la manera más satisfactoria. En cuanto al lugar, debí­a ser mi propia casa, por inconveniente que ello resultara para mis familiares que me sobrevivirí­an. Como una suerte de trampolí­n, tal como lo habí­an hecho Kleist y Racine, pensé en alguna compañí­a, por ejemplo, una amante o un amigo, pero como muy pronto gané confianza, decidí­ seguir adelante solo. Y lo último que tuve que calcular fue la manera de asegurar una ejecución perfecta sin que mi familia se enterara. Después de varios meses de preparativos, finalmente estoy convencido de haberlo logrado.

Nosotros, los humanos, por ser animales humanos, tenemos un miedo animal a la muerte. La así­ llamada vitalidad es sólo otro nombre de la fuerza animal. Yo mismo soy un animal humano. Y parece que esta fuerza animal, se ha escurrido gradualmente de mi sistema, a juzgar por el hecho de que tengo tan poco apetito por la comida y las mujeres. El mundo en el que vivo es el de los nervios enfermos, lúcido como el hielo. Esta muerte voluntaria debe darnos paz, si no felicidad. Ahora que estoy listo, la naturaleza me resulta más bella que nunca, por paradójico que parezca. He visto, amado y entendido mas que otros. En eso al menos experimento cierta satisfacción, a pesar de todo el dolor que he tenido que soportar hasta el momento.

P.S. Leyendo una vida de Empédocles, siento qué antiguo es este deseo de convertirse en un dios. Esta carta, en la medida que puedo saberlo, no lo intenta. Por el contrario, me considero uno de los humanos más comunes. Tal vez recuerde aquellos dí­as, veinte años atrás, cuando hablamos de Empédocles bajo los tilos. En esa época yo era alguien que querí­a convertirse en un dios.»

CICLO | EL SUICIDIO EN EL CINE

inicio | domingo 19 de noviembre