La obra de Ingmar Bergman

Posted on Jul 28, 2002

Bergman1976Hay por lo menos cinco perí­odos en la carrera de Ingmar Bergman. El primero, que comienza con su film inicial, Crisis, y termina en 1948 con Puerto, se caracteriza por un estilo realista y el tratamiento pesimista de dramas sentimentales. El segundo va de El demonio nos gobierna (1949) hasta Sonrisas de una noche de verano (1953), con dramas y comedias centrados en las relaciones sexuales, aparentemente digitadas por las mujeres, superiores a sus parejas masculinas. El tercero empieza con El séptimo sello y deriva hacia la trilogí­a Detrás de un vidrio oscuro, Luz de invierno y El silencio, e incluye certezas e interrogantes sobre Dios que posibilitaron el equí­voco de creer a Bergman un metafí­sico. En una cuarta etapa, a partir de Persona, las angustias son interiores, con dosis de desequilibrio, canibalismo, mujeres que fagocitan a otras (Persona), demonios que sorben a sus inventores (La hora del lobo), la muerte (Gritos y susurros) y la violencia (Vergüenza), que nunca se aclara si proviene realmente del mundo exterior o de las traumáticas experiencias de sus personajes. Salvo error, ese perí­odo se cerrarí­a con El huevo de la serpiente (1977): su film siguiente, Sonata de otoño, marcarí­a el comienzo de una aceptación callada de la senectud, el reencuentro con una calma perdida.

El cine de Bergman parece aislado del mundo exterior, agresivo y hostil. Se apoya en experiencias estéticas, en recuerdos de niñez, en imágenes grabadas en viejas iglesias donde su padre predicaba, en la presencia del demonio. Sin embargo, indirectamente, por detrás están los vaivenes de una sociedad que tiene sus tropiezos. El director dijo alguna vez que en Suecia, donde la socialdemocracia ha solucionado todo, lo que queda es el problema de Dios, la ilusión perdida y adolescente.

De alguna manera, las etapas de la vida se corresponden con los diversos estadios en la carrera de Bergman. La juventud desaparece después de Un verano con Mónica, Dios desaparece después de El silencio, la muerte hace su crisis como tema en Gritos y susurros, probablemente la violencia haya sido exorcisada con El huevo de la serpiente. Una zona de la obra posterior de Bergman coincide con su exilio fuera de Suecia, provocado por un litigio fiscal que solucionarí­a luego. Allí­ se detectan búsquedas e indecisiones, quizás provocadas por el alejamiento de la patria que parece haber derivado también en una pérdida de la inspiración.

Por una parte, Bergman parece convencerse de que en el mundo ocurren cosas condenables y que su análisis deberí­a omitir la metafí­sica (El huevo de la serpiente, sobre el fascismo), pero luego opta por hurgar el alma femenina (Sonata de otoño) o por retroceder hacia sus temas queridos del infierno de la pareja, los impulsos destructivos, la posesión de unos sobre otros (De la vida de las marionetas), hasta desembocar en la laboriosa y espléndida recapitulación plena de vida que fue Fanny y Alexander. En esas pelí­culas descubre el fascismo pero se arrepiente, recuerda la fascinación de las mujeres pero se desdice, revisa sus primeras pelí­culas cargadas de pesimismo y retrocede a las dificultades de la vida en pareja, hasta que en Fanny y Alexander parece aceptar el paso del tiempo, el tránsito de la historia, la evidencia de que la vida se contempla también con ojos maravillados. Lo más significativo de la obra de Bergman comienza a revisarse este mes en Dodecá, y continuará en programaciones próximas. El principio:

  • Música en la noche (Musik i morker). Suecia 1947.
  • Puerto (Hammstadt). Suecia 1948.
  • El fracasado (Till gladje).
  • Un verano con Mónica (Sommaren med Monika). Suecia 1952.
  • Noche de circo (Gycklarnas afton).
  • Tres almas desnudas (Nara livet). Suecia 1957.