La exposición «sujeto omitido» de C. Vignolo, que permanecerá en Sala Dodecá hasta fin de año, es, según la propia artista, una lucha dialéctica del cuerpo como posibilidad y limitación al mismo tiempo.
Has trabajado con diferentes lenguajes como la escultura, la fotografía, la performance o las instalaciones. ¿Qué es lo que se mantiene como hilo conductor a lo largo de tu obra, más allá de estos cambios de soporte?
Es una pregunta muy interesante y me encantaría poder responderla con cierto grado de certeza, pero te estaría mintiendo. Creo que eso lo podré saber en 50 años. Tan encima de los hechos en muy difícil verlo. Si me apretás te diría que soy yo, como individuo, el hilo conductor de mi trabajo. Pero han de haber muchas otras cosas, contextuales, sociales, históricas, referidas a las condiciones materiales del trabajo, y a mis condiciones personales, emocionales y físicas.
¿Hay algo de exploración e investigación en esta variación? ¿Qué lugar tiene la investigación en el arte?
Mario Sagradini me dijo una vez que los artistas visuales tenemos que estar siempre inventándonos el piano. Los músicos componen para piano, u otro instrumento o formación orquestal. Y crean con sonido dentro de esas posibilidades. El arte como territorio de producción simbólica, desde mi multidisciplina, es bien diferente. No tengo un instrumento. Compongo, sí. Investigo los soportes y las obras, paralelamente. La investigación es aplicando el sistema de ensayo y error. Hay cosas que me calzan y cosas que me hacen ruido. Si no hace ruido anda bien. O trabajo sólo con ruidos y silencios. Forma y contenido son intercambiables, de alguna manera.
La variación de soporte aumenta las posibilidades de los imprevistos. Detesto los imprevistos, me parten al medio. Y por eso los necesito. Sino me anquiloso, pierdo interés. Cuando mi sistema creativo colapsa con una falla, el movimiento de análisis y estético que hago para ver si corrijo o asimilo la falla al sistema, ese ejercicio, me atrae mucho. Cuando no hay imprevistos, quedo pasiva, tranquilamente no me pasa nada. Descanso.
El cuerpo es un elemento recurrente, casi inevitable, en tu obra, pero en el caso de “sujeto omitido” ¿desaparece, se manifiesta, está más solapado o no está?
Sujeto omitido creo que es el resultado de la lucha dialéctica de mi cuerpo como posibilidad y limitación, goce y dolor, fuerza y rendición. En junio de 2015 me estalló un problema en la columna, que venía arrastrando desde hacía unos años, con operaciones poco afortunadas y mucho dolor físico, aislamiento y quietud, y desde ese silencioso aullido que es el no poder soportarse dentro de uno mismo, la cabeza sigue y sigue. El cuerpo sigue estando pero más allá de la maravilla de estar viva, es una molestia inmensa.
Los límites aparecen en esta nueva exposición como un tema. ¿En qué sentido?
No sé si he tenido otro tema. El límite siempre fue el recurso en mi obra. Quizás no se note, ojalá que no. Ahora, mayormente en reposo, puedo pensar y escribir. Tengo ganas de hacerlo. Lo hago. Por un lado es un desastre no poder levantarme e ir a trabajar y hacer las cosas útiles que acostumbro tratar de hacer. Entonces me quedo en cama y hago lo que puedo. Tengo tiempo. En ese sentido la discapacidad me salvó la vida, porque me da tiempo para ser y no me preocupo tanto de hacer.
¿Cómo surgen los textos y la idea general de «sujeto omitido»?
Cuando recibí la invitación a exponer en esta sala, lo primero que sentí es que ahora no porque no estoy en condiciones físicas de hacer nada. Lo único que puedo hacer ahora es esto. Es lo que vengo haciendo y a su vez tiene cierto interés porque no lo he mostrado ni editado. Producir me da mucho trabajo. Trato de evitarlo, de ser posible, porque es una fuente de problemas. Te chupa el cerebro, pasás a no estar disponible para el resto del mundo. A mí me pasa. Y si bien trato de generar cosas útiles, textos narrativos, ensayos, investigaciones, reseñas, estos otros no puedo parar de hacerlos. Me despiertan en medio de la noche. Los anoto a oscuras. Son más fuertes que yo. No sé, no entiendo. Creo que es una enfermedad terminal el de ser artista, no te curás, no te jubilás, no tenés horas libres ni vacaciones ni día ni noche. A tu obra, vos, le importás un carajo. Ella quiere ser aunque te parta al medio. Y bueno, a mí me partió, me parte, y se me chorrean estos textitos como gotas de sudor. Soy obsesivo compulsiva en recuperación, pero del arte no te recuperás. De paso, me aguanto en el molde (en el cuerpo). El dolor, como el arte, me vuelve loca, y la obra me ayuda a sentirme cómoda en ese espacio incierto. Le da sentido. Me hace sentir que por lo menos puedo contar algo. Son como miguitas de pan que voy dejando para saber que, ya que estoy perdida, por lo menos le puedo dar de comer a los pajaritos. Ya no puedo cargar con piedras. Sí con papel. Y se los traje.
C. Vignolo (Montevideo, 1971) ha trabajado con los límites como recurso estético y creativo. Hoy expone su obra más depurada y madura: después de 25 años de producción dramática llegó a la comedia con cierta incomodidad.
Cecilia Vignolo
Técnica: intervención en sala con art xerox (tonner negro sobre papel blanco) e hilo.
Maquetación: Gustavo Wojciechowski.
Diseño de montaje: C. Vignolo.
Su obra ha sido expuesta en Argentina, Brasil, Ecuador, EEUU, España, Francia, Suecia, Suiza y Paraguay. Integra colecciones públicas (MNAV) y privadas en Uruguay, Paraguay y Argentina. Ha representado a Uruguay en Bienales Internacionales (Porto Alegre, Pontevedra y Quito). Ha realizado 9 exposiciones individuales y ha participado en más de 80 exposiciones colectivas y salones.
Entre más de una docena de premios y distinciones, ha recibido el Premio Revelación del Concurso Paul Cezanne (Montevideo, 1995); el Premio Especial Proyecto 49º Premio Nacional de Artes Visuales (Montevideo, 2001); el Gran Premio del 52º Premio Nacional de Artes Visuales (Montevideo, 2006); y el Premio Fundación Unión de la X Bienal de Salto (Salto, 2013).
Expone: C. Vignolo
Desde el miércoles 8 de noviembre.
La exposición se puede visitar de lunes a sábados en el horario de 15 a 22 hs.