El cine de Michelangelo Antonioni

Posted on Oct 07, 2015

Algunas reflexiones sobre lo sguardo de Michelangelo.

Nunca he sido un apasionado del cine de Michelangelo Antonioni, ni siquiera de sus primeras películas, aquellas que convocan a fervorosas feligresías absolutamente entregadas a las esencias de su cine de “incomunicaciones” y tiempos muertos. Y ese desapego, además, iba creciendo con el paso del tiempo; tal vez Zabriskie Point proponía una visión rupturista de su propio mundo… No por ello dejo de reconocer la “osadía” de su cine que, dentro del andamiaje de la industria cinematográfica, se salía de todos los cánones éticos y estéticos del cine, no solo convencional sino también del llamado “cine de autor”.

Antonioni, siempre a contracorriente, iba construyendo un universo propio con el que se estará o no de acuerdo pero que, nadie lo negará, propuso y sigue proponiéndose nuevas formas de “mirar” la realidad desde el lenguaje cinematográfico.

La carne que se ama

sguardo-1Lo sguardo di Michelangelo, mediometraje mudo de 17 minutos rodado en 2004, será, acaso con certeza, su último trabajo en vida. Este es, probablemente, su testamento cinematográfico.

Esta fascinante pequeña obra maestra sintetiza sólo con dos motivos (el Moisés de Miguel Ángel y el mismo Antonioni) todo el discurso del pensamiento como artista del realizador.

La película, en homenaje a todo su cine ausente de narración argumental, prescinde de toda trama. Es simplemente el encuentro de dos miradas: la del Michelangelo (Antonioni) con la de otro Michelangelo (Buonarotti), a través de la mirada conmovedora del rostro de Moisés en mármol del genial renacentista.

El encuentro se produce en la iglesia de San Pietro in Vincoli, en Roma. Con una magistral fotografía de Mauricio Dell´Orco en un no-color, casi blanco y negro. Unos pasos, a contraluz del umbral de una puerta iluminada, se acercaban al grupo escultórico. El espacio de la iglesia evoca una iluminación un tanto expresionista, con alguna referencia a los paisajes vacíos del surrealista Giorgio de Chirico. Antonioni se acerca al Moisés y lo observa muy detenidamente. Es un encuentro sin palabras a modo de última despedida, entre mármol y la carne, lo inanimado y lo animado, la muerte y la vida, el artista inmortal y el artista que sabe que su muerte está cercana y quisiera “robarle”, furtivamente, un hálito de vida, de inmortalidad, a aquella piedra viva, amparándose en la penumbra y la soledad del espacio que ya es mausoleo, pues allí reposan los restos del papa Julio II.

Antonioni, frente a Moisés/Miguel Ángel, comienza a observar con asombro e inquietud cada rincón de la piedra tallada, cada pliegue del ropaje, cada tensión del enérgico cuerpo, manos, rodillas, pies, hombros… de la escultura. Y, sobre todo, la mirada del cineasta se detiene en la pulsión vivísima de la mirada del profeta. Hay algunos primerísimos planos de sus miradas encontrándose como en un intento de “penetrarse” mutuamente. Hay una insoslayable intención de sugerir una relación sensual a través del tacto de la mano de Antonioni sobre el mármol de Miguel Ángel.

sguardo-2Unas leves, rozadas caricias de los dedos del cineasta recorren pliegues que bien pudieran ser labios vaginales en donde un dedo, casi fálico, insinúa una penetración. Es un encuentro de una belleza erótica sublime. Incluso pudiera deducirse, en algunos planos, una referencia al dedo extendido del Creador en el gran fresco de la Capilla Sixtina, señalando y apenas tocando un dedo de Moisés. Aquí el dedo del creador, que pretende no “darle” sino “arrancarle” vida a la piedra, es el índice de Antonioni. El arte devuelve la vida a la muerte.

La película es una indudable declaración de amor al Arte, a la Belleza, a la Vida…

No se puede hacer una película, en apenas 17 minutos, que trate tan profundamente los enigmas universales: vida, muerte, amor, sexo, Dios… con tan poco medios.

Con una escultura y un artista observándola, y sin emitir palabra alguna, logra Antonioni contarlo casi todo.

Todo silencio (apenas se escuchan unos ruidos lejanos en el mausoleo) se transforma, al final, en unos segundos de silencio sonoro debido al Magnificat de Giovanni Pierluigi de Palestrina.

Lo sguardo di Michelangelo es, sin duda, la obra cumbre de Michelangelo Antonioni. Es, en su cine, su primer y último “tiempo vivo” y por ello, tal vez, atemporal.

Cine en estado puro… El resto es literatura.

Miguel Ángel Barroso, M. A. Antonioni: técnicamente dolce