El cine de Andrei Tarkovski I

Posted on May 03, 2012

 

Es unánimente considerado por críticos, académicos y realizadores como uno de los máximos exponentes de la cinematografía mundial de todos los tiempos. Muchos libros y artículos se han escrito en revistas especializadas a propósito del legado de su obra; por ello pensamos que la mejor forma de rendir tributo a este artista mayor es transcribir algunos reflexiones de otros grandes maestros del cine: el sueco Ingmar Bergman, el japonés Akira Kurosawa y el español Víctor Erice.

“Mi primer descubrimiento de Tarkovski fue como un milagro. De repente me hallaba junto a la puerta de acceso a un recinto en el que yo siempre había querido entrar, pero cuya llave jamás me había sido dada, y en el que Tarkovski se movía libre y confiadamente. Me sentí animado, estimulado: alguien había expresado aquello que yo siempre quise decir, sin saber cómo. Tarkovski es para mí el más importante. Ha creado un lenguaje nuevo, que se corresponde con la esencia del cine, porque presenta la vida como reflexión, la vida como un sueño”. (Ingmar Bergman, 1986)

“Me gustan todas las películas de Tarkovski. Para mí, es el director que mejor ha rodado escenas con agua, en albercas, charcos, etc. Sus obras son muy complejas, pero me parece un director extraordinario. Las películas de Tarkovski son diferentes a todas las demás. Su padre era un importante poeta y él heredó el talento de los poetas. En cierta ocasión, me comentó que le gustaba ver Los siete samuráis antes de rodar sus películas; pero yo hago lo mismo, antes de rodar las mías veo Andréi Rublev (…) Tarkovski era un hombre muy simpático y agradable, con quien siempre tuve una relación muy buena. Él fue para mí… como un hermano” (Akira Korosawa, 1999).

“Veinte años después de su muerte, al evocar la figura de Andréi Tarkovski, una pregunta me asalta: ¿qué queda en el cine contemporáneo —en la memoria de los espectadores, en la consideración de críticos y profesionales, en el interés de las nuevas generaciones— de todo aquello que sus siete largometrajes, paso a paso, con tanta intensidad, construyeron? La respuesta, probablemente, encierra más de un sentido, al que no es ajena la más reciente evolución política y social del mundo, y muy particularmente la del país al cual el cineasta perteneció. Más allá del carácter de dicha evolución (que ha producido, por un lado, la quiebra completa del llamado socialismo real; y por otro, la globalización que ha arrastrado consigo toda clase de mercados y soberanías nacionales), el paso de los días no ha hecho otra cosa que agudizar los síntomas de la enfermedad moral de nuestra civilización, la misma que Tarkovski denunció: de ahí la esencial vigencia de su obra (…) Cineasta visionario, en cuyo estilo se percibe la dificultad, el esfuerzo de filmar: un rasgo que quizá se deriva de esa pugna —no siempre resuelta, en términos cinematográficos— entre pensamiento y acción, enunciado y expresión, presente en sus creaciones. A la postre, el problema para Tarkovski fue cómo hacer compatibles la exaltación del individuo y la idea de comunidad. Sus protagonistas, condenados a la soledad o la locura, no pueden llevar a cabo síntesis alguna; sus vidas son, sobre todo, el testimonio de un fracaso. De ahí que, en Tarkovski, la tradición comunitaria y la práctica social aparezcan dramáticamente separadas, y que sus personajes no puedan conciliar los dos principios más que abandonando la realidad, buscando amparo en el mito o recluyéndose en el silencio” (Víctor Erice, 2003)

 

La propuesta es, por un lado, difundir y facilitar el acceso a la obra de Tarkovski —particularmente entre las nuevas generaciones— a través de su análisis detallado; al mismo tiempo, se intentaráreflexionar y discutir sobre su vigencia en el mundo globalizado actual, tal cual lo propone Erice.

El curso será dictado por el docente Alejandro Ventura y comienza el jueves 3 de mayo con la exhibición de La infancia de Iván.