Uno de los cineastas españoles más importantes, Carlos Saura nació en Huesca en 1932 y realizó estudios de ingeniería antes de entrar en 1952 al Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográfica, donde se diplomó en 1957 con el corto La tarde del domingo. En 1959 debutó en el largo con Los golfos, según el director «el primer film español realizado con una libertad casi completa en el plano técnico, ya que fue hecho enteramente en decorados naturales, en la calle, con la cámara en la mano». El film representó a España en Cannes pero no gustó a la cultura oficial, circuló mutilada en el país y no tuvo éxito de público. Pasarían cuatro años antes de que pudiera hacer su siguiente largo, el film de época Llanto por un bandido.
En esos momentos estaban ocurriendo cosas en el cine español; un entorno político y económico más favorable permitiría el surgimiento del llamado «nuevo cine», con nombres como los de Miguel Picazo, Basilio Martín Patino o Mario Camus, aunque sería Saura quien desarrollaría una obra más sostenida y valiosa. En 1965 hace La caza, que es ya una obra mayor.
Es fundamentalmente a partir de La caza que Saura se coloca en un plano inusual dentro del cine español, convirtiéndose en casi el único sobreviviente de ese importante conjunto de directoes que entre 1960 y 1962 fueron una esperanza dentro de una industria tradicionalmente anquilosada. En ese film y en Peppermint frappé inició el director el retrato de aspectos de la idiosincracia tradicional de una parte de la burguesía española, a través de relatos donde lo insólito bordeaba lo alegórico y el drama podía crecer entre ironías hasta la tragedia. Este primer bloque de un ciclo que habrá de proseguir en meses próximos abarca esa zona inicial de su carrera.