Los jóvenes rebeldes de los años cincuenta querían algo distinto: nuevos vínculos, nuevas sensaciones, nuevos ritmos. Algo que expresara su descontento y su disconformidad creciente. Algo que contribuyera al intento de «saltar afuera» del orden establecido. Gran parte de todo eso, lo encontraron en el rock and roll.
Más allá de consideraciones estrictamente musicales de orden estilístico, nos interesa destacar que entre el rock y la juventud se establece una imbricación muy poderosa: en un principio como contracultura, luego como subcultura, inmediatamente como insumo lucrativo de una industria cultural de masas. En la actualidad, la relación entre juventud y rock quizás no vaya más allá de un surtido de estilos anacrónicos o ucrónicos, aunque también podría ser un dispositivo de licuefacción de la nueva opacidad de la juventud.
A través de las películas escogidas para este curso podremos ver cómo, en el correr de las más de cinco décadas de historia que tiene el rock, con las variaciones de los «modos de ser joven» cambiaron los modos de expresión musical y sus significados. El rock contemplaría y asimilaría esos cambios. La industria cultural y el mercado cultural de masas también. Generación tras generación, década tras década, la juventud seguiría buscando caminos de salida, disputando terreno entre la autenticidad de una expresión propia y su cooptación por parte del sistema de la moda. Y el rock seguiría allí: tensando su existencia entre la mitología y la desilusión.
A fines de los sesenta, la rebeldía contracultural expresada por los hippies llegaba a su cenit en el festival de Woodstock. Entonces comenzaron a notarse los signos de su agotamiento e insuficiencia. La paz y el amor al prójimo, el ascetismo bucólico y hedonista, la liberación sexual y los viajes psicodélicos, demostraban ser inefectivos como antídotos contra una sociedad de consumo que, subrepticiamente, se infiltraba entre sus relaciones, penetrando entre los intersticios de una conflictividad juvenil nunca resuelta. Para aquellos jóvenes que más claramente visualizaron esta situación, pero que ya no podían volver atrás, el camino de la autodestrucción aparecía como la única salida posible. Era preferible «quemarse que apagarse lentamente».
Son tres las figuras de esta época que con su muerte pasarían a la posteridad: Janis Joplin, Jimi Hendrix y Jim Morrison. Fueron líderes indiscutibles de una generación, portavoces musicales de una época y de un tiempo donde todo parecía posible. Ellos simbolizaron la idea de un viaje sin retorno, última ratio en la pretensión de una auténtica salida del sistema. Así, trascendiendo sus historias, en esa dirección autodestructiva, esos jóvenes se proyectaron como símbolos de «los que no transaron».
Más tarde, expresando otras formas de conflictividad, representando otras generaciones y sellando con su muerte la suerte de otros tantos movimientos juveniles, fueron otros los líderes juveniles que tomaron ese idéntico camino sin retorno. Citemos algunos: Sid Vicious que en 1979 marca el fin del movimiento punk; Luca Prodan, en Argentina, muere en 1987 indicando el declive de un movimiento underground local; por último, Kurt Cobain, cuya muerte en 1994 pone fin a la movida grunge de Seattle.
Pero una generación después, sería evidente que ni siquiera la muerte, ensayada tal vez como último camino de redención, estaría a salvo de los mecanismos de cooptación sistémica de la contracultura. «Os compraremos vuestros insultos, nos pondremos vuestras zamarras asquerosas y sobre ellos crearemos otro imperio». Esta lúcida profecía de un millonario californiano, arrostrada a propósito de las revueltas sesentistas, nos sirve para esclarecer las perspectivas que tenían las clases dominantes de las sociedades del capitalismo tardío. Perspectivas que luego, tendencialmente, se consolidarían como estrategia y práctica de la industria cultural, llegando a límites ni siquiera imaginables para ese profeta de la cooptación sistémica de la contracultura. También la muerte de los ídolos resultó una buena mercancía.
¿Cómo podría reaccionar la juventud actual frente a esta cerrazón de perspectivas? ¿Cómo podría evolucionar el rock luego de este tortuoso camino? ¿En qué quedaría aquella poderosa imbricación entre la juventud y el rock?
Las clases tendrán lugar los viernes a las 19:00 hs. y serán dictadas por el Prof. Soc. Alejandro Ventura.