El cine de Andrei Tarkovski II

Posted on Jun 04, 2012

Andrei Tarkovski  y los espectadores

Debo confesar que las explicaciones e interpretaciones de los críticos profesionales me suelen decepcionar aún en aquellos casos en que alaban mis películas. Por lo menos he tenido muchas veces la impresión de que ante mis películas esos críticos se muestran indiferentes o no saben qué decir. Que cambian la inmediatez de su experiencia viva por los estereotipos de las ideas y definiciones usuales entre los colegas. Para qué trabajo, sinceramente; lo entiendo cuando encuentroespectadores que aún están bajo la impresión inmediata de mis películas, cuando leo cartas muy personales de vidas ajenas. Entonces es cuando siento el reconocimiento a mi labor. Pero entonces, si se quiere, siento también mi deber y mi responsabilidad frente a los hombres… Nunca he podido comprender que un artista pudiera crear sólo para sí mismo. Convencido de que nunca habrá nadie que utilice su obra… Pero de esto ya hablaremos más adelante…

Una espectadora, de Gorki, me escribía: «Muchas gracias por su El espejo. Así, exactamente así, fue mi niñez… Pero, ¿cómo se ha enterado usted? Un viento idéntico hubo entonces, y una tormenta similar… “Galka, echa al gato” —me grita la abuela… Oscuridad en la habitación… Y también se apagó la lámpara de petróleo, y el alma estaba invadida por la espera de la madre… ¡Qué bien se muestra en su película el despertar de la conciencia del niño! Dios mío, ¡qué verdadero es todo eso!… Realmente no conocemos el rostro de nuestra madre. ¡Y qué sencillo, qué natural! Sabe, cuando en aquella sala oscura miré aquel pedazo de pantalla iluminado por su talento, por primera vez en la vida sentí que no estaba sola.»

Durante tanto tiempo habían querido convencerme de que nadie necesitaba mis películas que las confesiones de este tipo enardecían mi espíritu, daban sentido a mi quehacer y me aseguraban en la convicción de que aquel camino que yo seguía, y que seguía no sólo por casualidad, era el verdadero.

Me escribía un trabajador de Leningrado:«El motivo de mi carta es El espejo. Una película sobre la que ni siquiera soy capaz de escribir, pero de la que vivo. La capacidad de escuchar y de comprender tiene un alto valor… Si dos personas son capaces de sentir lo mismo, aunque sea sólo una vez, entonces siempre se comprenderán. Aunque uno viviera en la Edad de Piedra y el otro en la nuclear. Quiera Dios que las personas al menos puedan comprender y sentir los impulsos humanos más fundamentales, los propios y los ajenos.»

(…) De Novosibirsk me escribía una maestra:«Nunca he transmitido mis impresiones a los autores de libros o películas. Pero aquí se trata de un caso especial: esta película redime al hombre de la tragedia de la comunicación, para que pueda liberar su alma y su pensamiento de la carga de la intranquilidad y de los pensamientos vanos. Estuve en un debate sobre cine. Los físicos y los poetas estaban de acuerdo en una cosa: ésta es una película humana, sincera, necesaria, una película por la que tenemos que estar agradecidos. Todo aquel que tomó la palabra en el debate dijo : “Ésta es una película sobre mí mismo”.»

Y otra carta: «Le escribe una persona vieja, ya jubilada, que por su profesión vive lejos del arte (soy ingeniero de comunicaciones), pero que se interesa por el cine. Su película me ha conmocionado. Usted tiene el don de penetrar en el mundo anímico de los mayores y en el de los niños; de despertar una intuición de las bellezas del mundo que nos rodea, de mostrar los valores reales, no los aparentes, de este mundo; de despertar el son de cada cosa, de convertir cada detalle de la película en un símbolo; de introducirse con ayuda de medios creativos muy austeros en afirmaciones filosóficas de validez general, de otorgar a cada toma poesía y música… Todo ello cualidades que son propias de su modo de representación y sólo de él… »

Fragmento de Esculpir en el tiempoReflexiones sobre el cine, Andrei Tarkovski 1988.