Los jóvenes de hoy no son lo que parecen. De acuerdo a las circunstancias, al contexto, a las exigencias del momento, dicen y hacen cosas completamente diferentes. La presencia o no de adultos condiciona sobremanera la actitud y la opinión que sobre determinados temas tienen los jóvenes.
Parecería que ya no estamos frente al joven rebelde de «Busco mi destino«, ni frente al joven apático de «25 watts«, ni siquiera frente al joven cínico de «Trainspotting«. Ahora se trata de algo diferente.
Por eso realizar un documental sobre los jóvenes actuales en relación a la educación que reciben y a los medios electrónicos que utilizan era una tarea complicada para cualquier profesional, ni hablar si se trataba de jóvenes estudiantes entre 13 y 16 años. Ni el documental expositivo tipo noticiero supuestamente «objetivo» y «verdadero» ni el documental didáctico de tipo preventivo que estamos acostumbrados a ver eran adecuados para registrar actitudes y comportamientos tan erráticos como los señalados más arriba. Si se trataba de capturar lo que verdaderamente piensan los jóvenes, entonces se debía tomar otros caminos.
De ahí que la modalidad interactiva era la que en principio ofrecía mejores posibilidades artísticas para aproximarse al «objeto» en cuestión y llevar el proyecto a buen puerto. El hecho de que fueran jóvenes los que iban a interactuar con otros jóvenes facilitaba enormemente, en lo previo, el trabajo a realizar.
Sin embargo los desafíos no eran menores. El principal era de orden creativo: se trataba de encontrar una estructura narrativa que a la vez que captaba la «volatilidad del objeto» debía encontrar una estética que reflejase sensiblemente los diferentes climas en los diferentes contextos de los que participaban los jóvenes. Se trataba de hacer una película no un ensayo sociológico. Por otro lado, esta estructura narrativa debía lograr que la vinculación «jóvenes realizadores – jóvenes documentados» fuese lo más fluida posible, acortando así la distancia comunicativa generada por el hecho de que se estaba haciendo un film sobre ellos mismos. Una vez lograda esa comunicación se buscó trabajar sobre un entramado elaborado sobre la base de tres módulos o bloques diferenciados (educación, MTV, cybercafé) que se conectaron sutilmente entre sí a partir de hilos conductores que le dieron unidad al conjunto.
Lo interesante es cómo en este fino entramado los jóvenes realizadores se transforman sin saltos de continuidad en «actores» y viceversa, al punto que el espectador pierde la referencia de quién realiza y quién es «realizado» por el documental. Se buscaba llegar al punto límite en el esquema interactivo previamente diseñado pero sin perder nunca el control de la película. Pensamos que en lo sustantivo ello se logró.
Dodecá realmente quiere felicitar a estos jóvenes-estudiantes-realizadores por el enorme esfuerzo desplegado a lo largo de todos estos meses de trabajo, rodando y editando muchísimas horas de material para llegar a este resultado que ahora les presentamos a ustedes.
Alejandro Ventura
Producción:
Escuela de Cine Dodecá y Observatorio Juvenil de los Medios
Apoyo: UNICEF
Realizadores:
Belén Baptista, Sebastián Bugna, Sarah Deuel, Joaquina Guidobono, Ilana Hojman, Micaela Mesa, Emanuelle Miranda, Myriam Raccah, Matías Rey, Federico Rodríguez, Antonella Tambasco y Matías Ventura.
Edición:
Matías Rey, Federico Rodríguez y Matías Ventura
Participaron:
Isaías Amado, Andrés Castellá, Daniel Clastornik, Marcelo Conde, Gabriel Delacoste, Manuel Escarcena, Enzo Gaiero, Florentina Gallinal, Fernanda González, Bruno Grisi, Felipe Havraneg, Alina Kaplan, Florencia Lopardo, Joaquín Lucero, Felipe Machado, Ana Micenmacher, Manuel Negreira, Magdalena Nin, Joanna Nunes, Martín Núñez, José Pochintesta, Alejandro Pons, Valeria Puig, Pablo Reed, Jeremías Segovia, Antonio Sofía, Stephanie Tabárez, Maximiliano Valente, Santiago Ventura y Bruno Weigle.