Crónica de un niño solo fue un esbozo semiautobiográfico sobre la niñez abandonada y la crueldad de las instituciones destinadas a protegerla, narrado con sinceridad y elogiable nivel cinematográfico. Lo seguiría El romance del Aniceto y la Francisca, otra descripción de ambientes populares en la que Favio mostró su talento para retratar un mundo que conoce. En esos dos primeros films, probablemente los más logrados de su carrera, Favio habría de revelarse fundamentalmente como un intuitivo, con un sentido muy particular para retratar los sentimientos y las experiencias de gente humilde, una sensibilidad para expresarse a través de la cámara y una capacidad para obtener de sus intérpretes una particular convicción.
Tras Soñar, soñar, realizado al filo mismo de golpe militar de 1976, Favio debió exiliarse y renunciar a una carrera cinematográfica que recién retomaría diecisiete años después, con Gatica, el mono. Antes de su exilio, Favio se había labrado una fama lateral como cantante popular, y había hecho gala también de una clara militancia peronista que le acarrearía problemas. Esa militancia anima Gatica, una película ambiciosa, excedida y a menudo brillante que puede ser leída al mismo tiempo como una metáfora de la Argentina del primer peronismo y la posterior «revolución libertadora». En esa misma línea se ubica un documental más reciente, Perón, sinfonía del sentimiento, cuyo título es ya todo un programa: el peronismo no es una ideología sino un sentimiento (como Peñarol o Boca Juniors), y la película acumula a través de un montaje a menudo ágil mucho material de archivo, dibujos cursis y testimonios diversos que exaltan acríticamente a su héroe y denigran a todo opositor.
El ciclo, que comenzó el mes pasado, culmina el 8 de febrero.